¿Por qué era inevitable la extinción del Conejobus? (En la Mira / Héctor Estrada)

Una decisión que se postergó por al menos seis años terminó consumándose el pasado domingo con el cierre definitivo de la empresa “Sistema de Transportes Urbanos de Tuxtla” (Situsa), responsable de la administración y operación del Conejobus. Era una determinación inevitable que se había postergado por el miedo al costo político que administraciones pasadas tuvieron para finiquitar dicha “bomba de tiempo”.

La extinción del Situsa, y por lo tanto del Conejobus, se había convertido durante años en una dolorosa decisión impostergable. Las insostenibles claúsulas dentro de la constitución de la empresa, los compromisos económicos desproporcionados con los nuevos socios concesionarios y el saqueo sufrido durante sus primeros años de funcionamiento terminaron por sentenciar el futuro de un negocio altamente rentable, pero con problemas de origen.

Para recordar un poco, en 2010 las negociaciones del entonces gobernador Juan Sabines Guerrero con el grupo de 135 concesionarios, que hasta ese año tenían el control absoluto de las dos rutas con mayor demanda de la capital chiapaneca (1 y 2), dejaron importantes debilidades financieras como parte de los acuerdos políticos para consumar la llamada “modernización del transporte público”.

Desde ese entonces el Gobierno de Chiapas comprometió el pago de más de dos millones de pesos mensuales a los concesionarios (entre 15 mil y 20 mil pesos a cada uno), por el sólo hecho de no oponerse a la salida de sus viejas unidades y permitir la entrada de los nuevos camiones, comprados con recursos públicos. Así se conformó la nueva asociación de concesionarios cuya mayor “inversión” fue acordar con Sabines Guerrero facilitar la aplicación del proyecto.

Se trataba de concesiones que bien pudieron ser reubicadas en otras rutas o suspendidas por irregularidades evidentes en la calidad del servicio, el estado de las unidades u otras tantas deficiencias que los usuarios aún padecen en otras rutas de la capital chiapaneca, igual de deficientes. Pero se trató de un acuerdo político que iba más allá de la rentabilidad futura para la empresa. Fueron acuerdos de momento, de gobernabilidad temporal que dejaron debilidades financieras insostenibles.

Con el compromiso de pagar la onerosa cantidad a los socios (literalmente por hacer nada) la empresa se quedo con la responsabilidad de sufragar el salario de los choferes, dar mantenimiento a las unidades, pagar al personal administrativo y solventar los desperfectos o pérdidas imprevistas. A lo anterior se sumaron años de corrupción administrativa, la disminución de 90 a 30 unidades en servicio y una pandemia final que le dio el “tiro de gracia”.

Las deudas se volvieron impagables con respecto a los ingresos y la merma de unidades fuera de servicio. Desde hace al menos seis años el gobierno del estado asumió algunos compromisos financieros (entre ellos el pago a los socios concesionarios), usando a “discrecionalidad” recursos públicos para rescatar al Conejobus una y otra vez. Hay que decirlo, el Situsa era una empresa que estaba costando dinero al pueblo de Chiapas para evitar su extinción.

Hoy, después de años de errores de origen, excesos, corrupción y malas administraciones, la desaparición del Conejobus fue inevitable. Sin embargo, la extinción del Situsa no puede ser por ningún motivo el pretexto para un retroceso a los esfuerzos de modernización al transporte público en Tuxtla Gutiérrez. Se debe iniciar de inmediato un nuevo modelo de servicio para esas importantes rutas que termine con la dependencia de los concesionarios y permita una administración más eficiente, con unidades de mejor calidad.

Ojalá en el nuevo proceso, que se dice ya está avanzado entre la discrecionalidad de las negociaciones al interior de la Secretaría de Movilidad y Transportes, se contemple también a la base trabajadora del extinto Conejobus que hoy se han quedado sin su fuente de trabajo, y ahora son, sin lugar a dudas, las principales víctimas de los vicios de origen y quebrantos que llevaron a la desaparición del Situsa… así las cosas.

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