¿Qué es la Cuarta Transformación? (Artículo / Erwin López Ríos)

A menudo pensamos que se trata de un hombre, de personas dentro de un partido o de «gente feliz» que cree en esencias, que de la nada o del cielo caerán las purificaciones y las bondades correrán por todos lados. Pero no es así.

En primer lugar, debemos preguntarnos qué quiere decir una transformación y por qué esta tendría que ser la cuarta. Lo que sabemos es que responde a transformaciones anteriores, pero no pacíficas, sino violentas, justas, pero históricamente desviadas de su origen (Independencia y Reforma), y otras sin un programa claro (Revolución). Hay otros puntos de vista donde se indica el difícil tránsito de cada uno de ellos. El punto común es que ninguna de ellas, las revoluciones transformadoras, llegaron plenamente a sus objetivos: devolverle al pueblo el poder robado.

En segundo lugar, la transformación que ahora se necesita no es distinta de lo que anteriormente estuvo en juego: una lucha de clases, entre quienes tienen el poder (la tierra, la ley y lo que se pone en ella para poder consumar los robos legales) y quienes carecemos de la consciencia de esto en primer lugar y de las consecuencias para la vida pública y privada de todos los mexicanos. No podemos participar de algo que desconocemos o de lo que no sentimos pertenencia. Nos parecerá extraño, incluso ilegítimo si no hacemos ningún proceso reflexivo sobre nuestra historia. No obstante, la consciencia es aún insuficiente para sumarse.

En tercer lugar, y aquí es donde comienzan a distinguirse las formas más difíciles de recomponer (sustituir, desplazar, destruir, remplazar, etc.),: nuestra cultura política. Ignorancia de los procesos históricos, normalización de la corrupción, indiferencia hacia las personas menos favorecidas, irreconocimiento de la precariedad laboral, irreflexión sobre los procesos de muerte y destrucción en los que estamos -por el momento- sumidos y apresados, entre otros.

LAS HENDIDURAS de nuestra situación histórica nos plantean retos no sólo de crítica hacia quienes creemos que tienen la responsabilidad, sino nuestra complicidad y co-responsabilidad con aquellas empresas (públicas y privadas) que viven a través de nuestra fuerza de trabajo y de nuestras formas de vida ancladas en el placer y el placer de la indiferencia.

NO CONOCÍAMOS las formas exactas en las que el poder de dominación estaba anclado, ni siquiera quienes habían luchado directamente conocían esa verdad que ahora estamos todos conociendo partes por partes. La denuncia es esa primera forma de luchar contra una forma de poder: la unión del poder político y el económico. Pero esa no es «la solución», no debemos pensar en una forma «esencial» de luchar contra «el poder». No es un sólo adversario el que tenemos como nación, no son sólo personas, son mecanismos que quizás siguen siendo imperceptibles.

AHORA, ¿qué es entonces eso que se pregona de manera esencial? En principio es una invitación permanente y abierta de la condición histórica que tenemos para cambiarla, en suma, para transformarla. Es accidental, es decir, insuficiente. Sólo se comprende si participamos de ella. De lo contrario volvemos a las formas en las que hemos estado anteriormente, o que aún seguimos rindiendo tributo.

Una de ellas (de participar) es la teoría sobre lo que debe seguirse haciendo, la teoría de la práctica que debe nuevamente fundarnos. No sólo basta una moralización. Sabemos que eso funciona por momentos. ¿Quiénes entonces para semejante tarea?: los intelectuales (más no aquellos que sabemos quieren volver a su forma placentera de «intereses de cuerpo»).

¿Quiénes son, pues, aquellos intelectuales?

Antonio Gramsci decía que todos somos intelectuales, pero no todos tenemos la función de. Todos usamos el intelecto, pero no todos lo hacemos para la tarea política: lo que concierne a la vida de los ciudadanos.

Otra (forma de participar), entre otras, es la ciencia. Una ciencia al servicio del pueblo, de la sociedad civil, de todos, no una ciencia dogmática, quizás una ecología de saberes que tenga la misma tarea de servir y no de servirse.

Son estas algunas propuestas de significación del significante «transformación» que tenemos. Pero existe y existirá en la medida en que se cumplan sus «objetivos».

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