Morena se perfila rumbo a su primer descalabro en Chiapas (En la Mira / Héctor Estrada)

El jaloneo al interior de Morena en Chiapas para definir a sus candidatos rumbo a los comicios del próximo 6 de junio parece estarse cerrando a opciones que no vislumbran prometedores resultados. La falta de figuras con peso electoral, la ambición de liderazgos grises o desacreditados y los malos resultados entregados por los gobiernos en turno advierten lo que parece inevitable si las tendencias y decisiones no cambian.

Lo cierto es que Morena en Chiapas se sumió en un peligroso letargo durante los últimos años. Lo que inició como un movimiento “obradorista” que intentaba gestar nuevas figuras y corrientes al interior de la entidad chiapaneca, terminó secuestrado por intereses oportunistas, ambiciones de grupo y las mismas prácticas políticas mostradas por los partidos políticos de siempre.

El partido se ha ido alejando poco a poco de sus militancias ciudadanas fundadoras. Las negociaciones y acuerdos para abrir espacios a personajes o intereses externos han terminado por desplazar a aquellos que forjaron el partido desde sus inicios. Y no habría nada de malo si quienes llegaran sumaran al proyecto político, pero la ambición por los intereses económicos o de financiamiento electoral han ganado irremediablemente.

La brecha entre Morena y los liderazgos naturales (sociales, ciudadanos o desde la sociedad civil organizada) en Chiapas se ha hecho cada vez más pronunciada. Se ha llenado de los clásicos liderazgos partidistas, nada diferentes a los del PAN, PRI o PRD, para repartir migajas a la base militante y dejar los espacios jugosos a merced de las negociaciones dentro de las altas cúpulas, más allá de los ideales o principios partidistas que poco importan a la hora de concretar arreglos políticos.

Con sus muy contadas excepciones, Morena en Chiapas finalmente se ha quedado sin figuras con simpatía o popularidad real entre el electorado. Por más que se intente escudriñar entre sus actuales “liderazgos”, no las hay, simplemente no las impulsaron o construyeron con inteligencia durante los primeros años de su hegemonía gobernante en México.

De poco ha ayudado también la centralización de la proyección gubernamental exclusivamente sobre la figura del ejecutivo. La excedida decisión para impedir o quitar protagonismo a los funcionarios ha dejado como resultado un gabinete gris, sin mucho de donde echar mano a la hora de luchar electoralmente por la permanencia en los espacios de poder, obsequiados en 2018 por el “efecto Obrador”.

El ejemplo más claro de esto es justo lo que sucede en la capital chiapaneca donde la definición de la candidatura para el ayuntamiento de Tuxtla Gutiérrez parece haberse cerrado a dos opciones: María Mandiola o Marcelo Toledo. La primera (María), se trata de una secretaria de Igualdad de Género sin arraigo partidista, carente de carisma, emanada de otro partido y sin posicionamiento entre el electorado, pero con buenos padrinazgos y capital económico.

El segundo (Marcelo), involucrado en agosto pasado dentro de los videoescándalos de corrupción entre el “gobierno verde” y Pío López Obrador, es un diputado de la actual legislatura local prácticamente desconocido en Tuxtla Gutiérrez, sin proyección, que poco o nada ha hecho como representante legislativo (presidente del Congreso) por la capital chiapaneca y que en pocos años se ha llenado de acusaciones por anomalías en su gestión; pero que parece tener poderosos y evidentes promotores políticos detrás.

Y esa es justamente la situación en otros municipios importantes de la entidad donde, más allá de las adulaciones internas, las proyecciones no parecen tan alentadoras. Morena, ahora con su repudiada alianza con el PVEM, no construyó una estructura electoral de peso para la movilización de votos a través de sus programas asistencialistas, y eso va a ser determinante ante la falta figuras atractivas.

Sin que todo lo anterior signifique que la alianza “Va por México” represente una mejor opción, también bajo las mismas plataformas, políticos y prácticas de siempre, Morena en Chiapas se perfila a su primer descalabro electoral después del sorprendente resultado electoral de 2018, por lo que no deberá extrañar que, ya sin López Obrador en las boletas y su estrategia 6 de 6, muchos de los espacios hoy bajo el poder morenista cambien de color para antes de terminar este mismo año… así las cosas.

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