Miguel Hidalgo: la revolución permanente

ERWIN LÓPEZ RÍOS / POLÍTICA NETA

“Cuando la clase explotada cobra conciencia de quevdetrás del régimen estatuido se oculta el arbitrio de la clase explotadora,se abre para ella la posibilidad revolucionaria;la división de las clases actúa entonces como perpetuo desafío”.

Luis Villoro / El proceso ideológico de la revolución de Independencia.

Originalmente quise titular al presente texto con el subtítulo “intelectualidad y poder”, ya que se trata del quehacer de la intelligentsia criolla del cura de Dolores, sacerdote culto y de avanzadas ideas que comenzó y motivó la insurgencia. Sin embargo, es preciso iniciar con lo que aún falta, con la revolución. Nuestra época ha preferido la palabra descafeinada de “transformación” en vez de “revolución”. La diferencia más notable entre ellas es el uso de la violencia. Su empleo tendrá que ser superado ya sea en una propuesta ética propia de nuestro país como lo enunciaba José Vasconcelos en su Raza cósmica y sus tres leyes de los estados sociales en la historia, o bien, el desafío constante de incluir “la radicalidad del ala izquierda”.

Las revoluciones mueren cuando cumplen sus programas o fracasan en la realización de los mismos, decía Leopoldo Zea en 1952. Luis Villoro menciona que Miguel Hidalgo, al iniciar la Revolución, lejos de imponer sus ideas, dejó que el pueblo se las dictara. El acto que así comenzaba el padre de nuestra patria desbordaba toda contemplación ilustrada: el grito fue el accidente, la contingencia de la voz de un pueblo de múltiples rostros. Por lo tanto, el grito de Independencia se convirtió en una querella permanente de un pueblo, el nuestro, una constante transformación de un incumplimiento.

Algunos años después en 1955, Zea identificaba la historia de la filosofía en México, su carácter, con la historia misma que nos tocó vivir. Esquematizar el pensamiento filosófico en México era esquematizar su historia. De esta forma, en la irrupción del movimiento de Independencia se erigía no sólo un proyecto político, sino también filosófico. Se trataba de una luchaba contra un orden político, mental y social. Para Zea, la Independencia sólo se logró sobre el orden político. El clero seguía dominando el pensamiento y consciencia de los mexicanos, contra esto surgió la segunda Revolución, la de Reforma. Y el orden social que se traducía en la tierra, centro neurálgico del poder en México, intentó recomponerse con la Revolución mexicana.

La Nueva España se convirtió en el México independiente, pero nuevamente dependiente mental y socialmente de nuevos dueños, de suerte que la lucha de clases no terminó nunca. El país ingresó al régimen capitalista y uno de sus distintivos más lamentables fue la pérdida de más de la mitad del territorio nacional, así como la instalación de trabajos sin base anterior como los de los ferrocarriles, o sus huelgas representativas de una nueva clase trabajadora. El análisis que hizo Leopoldo Zea olvidó incluir la dimensión económica, ¿a qué parte revolucionaria e histórica puede anclarse la clara necesidad de su revolución?, ¿a la cuarta transformación?

La especulación filosófica en México pasó de una escolástica ya no creadora de un orden universal, “defensora de un orden que se derrumbaba”, a un orden global que se alzaba, terminando en la construcción de la identidad del mexicano. Por ejemplo, Juan Benito Díaz de Gamarra escribió Elementos de Filosofía Moderna, cuyas enseñanzas llegaron a Ignacio Aldama; asimismo, el jesuita Francisco Javier Clavijero con su Historia Antigua de México reconstruyó algo del pasado indígena e influyó en las ideas emancipatorias de Miguel Hidalgo. Para Samuel Ramos estos primeros pensamientos históricos y de especulación filosófica desde la Iglesia le daban al mexicano esbozos de consciencia sobre sí mismo, por eso constituyen los rastros del pensamiento actual filosófico.

Ahora, si la historia y la filosofía se superponen, es por eso que nuestro presente se vive como en aquella época donde liberales y conservadores se debatían entre el progreso y el retroceso. La “abolición de los privilegios de clase” sigue siendo un resto, un lastre anclado en la economía, algo no revolucionado (o transformado en su defecto). El explotador dejó de ser España, pero son ahora los Bancos españoles los que gozan de un dominio económico. La deuda impide toda Independencia. Uno de ellos, BBVA, apenas pagó impuestos que les eran condonados de manera injusta e ilegal. Los explotadores actuales siguen mostrándose en cuanto tocan sus privilegios de clase. No salen ellos mismos, en una de sus modalidades mandan a sus sirvientes, los más de 600 intelectuales que se sienten arrebatados de la libertad de expresión. No es la libertad de expresión el tema real, es la libertad de explotación. Instalan de esa forma un falso debate intelectual.

A inicios del siglo XX la pugna política terminó dejando al margen todo vestigio socialista. El PRI tuvo en su pasado inmediato anterior como PRM ideas socialistas que se suprimieron en 1946. Al mismo tiempo se alejaba la lucha política e intelectual contra el capitalismo desde la filosofía mexicana ‘oficial’ la filosofía de lo mexicano, y se abría el espacio de una mera contemplación aristocrática del mundo. Se sumaba lo “superlativamente socializado” del trabajo intelectual, o la proletarización de los profesionales del pensamiento a tareas prácticas y productivas, según José Gaos. En resumen, la radicalidad de la izquierda se separó del pensamiento mexicano, por eso resulta palpable su extrañeza en el debate público. La filosofía y la intelectualidad mexicana tienen una deuda con el marxismo. Sólo hemos interpretado a México, cuando de lo que se trata…

Please follow and like us:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *