Kuxlejal, el suicidio y las juventudes

ERWIN LÓPEZ RÍOS / POLÍTICA NETA

“Spisil te balmilal ya smaliyik banti ya “xchan” te k’aal, ta tsaktombail te meil sok te skerem al (k’aal sok te u)…

Todo el mundo esperaba la hora de la “muerte” del sol,la guerra entre la madre y el hijo(la luna y el sol)…”

Conjeturas sobre el eclipse solar.

 

El suicidio plantea más de una pregunta a la cultura, nos señala además una responsabilidad como sujetos sociales para la construcción de lazos que permitan mantener a todos en algún círculo afectivo. La globalización en México quiso ingresarnos al mundo de los mercados queriendo homogeneizar los estilos de vida, pero olvidó hacer equivalentes las condiciones para el acceso a las riquezas, olvidó quitar a la pobreza como un problema local.

Con motivo del día mundial para la prevención del suicidio, recientemente estuvo disponible el documental “Kuxlejal (vida)” dirigido por la realizadora de cine Elke Franke basado en un grupo de jóvenes creadores de Hip Hop (S-Hip-Hop Lumaltik) en su lengua madre el Tsotsil en San Andrés Larráinzar (o como lo llaman los zapatistas San Andrés Sakamch’en de los Pobres). Es de recordar que fue en San Andrés Larráinzar donde se suscribieron los acuerdos de paz entre el gobierno federal y las fuerzas del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en 1996. El acuerdo de “paz” quedó en el plano de la retórica política mientras que en las realidades de los pueblos en Chiapas se sigue viviendo la pobreza y la marginación.

Es una historia que nos cuenta el siniestro lugar que ha tomado el suicidio en los jóvenes de esta comunidad, es una mirada que entra al corazón sufriente de estos jóvenes y nos dan a conocer un poco del dolor con el que viven todos los días. Uno de los datos que se mencionan es impactante: la prohibición de hablar en Tsotsil a partir de su ingreso al preescolar, lo que los hace sentir incluso extraños o ajenos dentro de su propio idioma como si el nuestro fuese mejor o el original. Forman parte de la opresión en la cual nuestra cultura se coloca como la hegemónica, la dadora de sentido porque así está escrito en la mayor parte del país.

Más de una vez el tema de la muerte ha surcado por los mantos de nuestros pensamientos, como espectros o sombras que nos observan víctimas de la soledad o el destierro. Un sinsentido es el que invade la percepción y dominio de la vida. La pregunta urgente que todos quisiéramos contestar es ¿cómo calmar esa mirada que nos dice que nada valemos o que nada importa en esta vida? Si volteamos a ver a nuestro alrededor nos damos cuenta que hay toda una cultura hecha por nuestros antecesores, en la cual no fuimos incluidos en el diseño de la misma, pero de la cual es necesario hacernos responsables.

El suicidio tal como lo conocemos parece venir de occidente, ciertamente hay más de una forma, podemos decir que existen “los suicidios”, sin embargo, sí tenemos una historia del suicidio que ha venido de occidente junto a la globalización, y es el de las juventudes que no encuentran en nuestra cultura el sentido para soportar la vida que hemos venido construyendo: los adolescentes. Hemos de decir de que no existen razones únicas para cometer un suicidio, sino de múltiples razones porque múltiples son los casos. Creemos también que sólo un especialista puede atender un caso así. Aquí tenemos una paradoja.

También de occidente viene la creencia de que “hay algo” en los seres humanos –y recientemente en nuestros cerebros- que justifica ciertos comportamientos o ciertas ideas como las de la muerte. Se han inventado tantas etiquetas para nombrar al sufrimiento humano que la propia expresión “sufrimiento humano” parece algo obscuro o novedoso. No nos sirven los diagnósticos “psicológicos” cuando las escuchas, los lugares afectivos pueden estar en la propia comunidad donde nacemos. Aquí tenemos otra paradoja.

Es la expresión “Lekil Kuxlejal” aquella enseñanza que tenemos de nuestras comunidades mayas indígenas de la “vida buena”. Manuel Hernández nos enseña en su tesis El pensamiento maya actual en Chiapas: un grito desesperado por la aflicción (2005) sobre la belleza de la expresión de los mayas en su lengua materna que “Introduce su sentir, pensar mediante la expresión de vocablos de sonoridad singular, para llevar al nivel de la razón las cosas que observa. La estética de la lengua surge desde Xnichimal k’op (la plática florida)”. Este es el sentir de los mayas que miran, la alegría de hablar con la naturaleza, pero advierte “cuando hay una interacción entre múltiples seres, tales como las plantas y los animales”, ¿qué clase de interacciones existen ahora?

Asimismo, Carlos Lenkersdorf en Filosofar en clave tojolabal (2002) mostraba que en la cultura maya prevalecía un sentimiento de comunidad basada en una cultura “nosótrica”, muy distinta y distante de la lógica individualista y egocéntrica que trajo la conquista. El propio idioma maya habla en términos plurales, “la afirmación de que todo está dotado de corazón tiene repercusiones profundas”, ¿qué ha pasado entonces?

No podemos sino pensar que “la colonialidad del ser” sigue avanzando en todas direcciones quitándonos la posibilidad de poder hablar y sentir frente a todo lo que tiene un corazón. No hemos sabido prestar oídos, escuchar, hablar desde el corazón y decir que estamos equivocados en nuestra idea de comunidad, ya que, en la comunidad de nuestros pueblos mayas, todos somos responsables, cada muerte es la muerte de uno de nuestros corazones. Carlos Lenkersdorf decía “hay que aprender a escuchar a otra realidad que nos habla y que, finalmente, empecemos a prestar oídos a ella”.

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