Comer por los ojos: la publicidad perversa I

ERWIN LÓPEZ RÍOS

“Y en la televisión el hecho de ver prevalece sobre el hecho de hablar, en el sentido de que la vos de en medio, o de un hablante, es secundaria, está en función de la imagen, comenta la imagen. Y, como consecuencia, el telespectador es más un animal vidente que un animal simbólico”.

Giovanni Sartori. Homo videns

 

El tema del etiquetado de alimentos ha generado una nueva oposición (o quizás la misma) un tanto inquieta por lo que pueda pasar con el consumo de alimentos. La idea es que los consumidores reflexionen sobre lo que están comprando, sobre lo que darán a comer o venderán. Para las empresas productoras de estos alimentos, el caso es el mismo: hay que vender a como dé lugar. Del lado de los ciudadanos comienzan a preguntarse sobre si deben o no seguir consumiendo lo que regularmente compraban, una cosa era que supiéramos de algún modo que estaba mal y otra que estuviese por escrito como advertencia sobre su consumo, ¿qué otros sentidos tiene el hecho de esas etiquetas? El verdadero tema sigue siendo el poder. No sólo es comenzar a reflexionar sobre lo que llevamos a nuestros hogares, sino observar qué consecuencias tiene ese ápice de consciencia alimentaria.

La vida agitada que llevamos requiere de espacios bien definidos para poder comer. Sólo basta observar la miserable hora que muchas empresas “socialmente responsables” rinden culto a la nutrición de los trabajadores. De ahí, el espectro de la alimentación se abre a las múltiples variaciones que responden al ritmo de vida provocado por el modelo económico. Karl Marx en sus Manuscritos económico-filosóficos de 1844 hablaba de la lógica que cobraba el avance del modelo de los trabajos, decía que a medida que valoriza el mundo de las cosas se desvaloriza, en razón directa, el mundo de los hombres (y desde entonces, también el mundo de las mujeres mantenido al margen). A esto, Marx le llamó la “el trabajo enajenado”, el movimiento articulado de lo que el trabajo produce: riqueza. Esta enajenación consistía básicamente en romper la relación continua entre la vida del trabajador y lo que hace, el producto de su trabajo es ajeno al trabajo mismo que hace, “la exterioridad del trabajo para el obrero se revela en el hecho de que no es algo propio suyo, sino de otro, de que no le pertenece a él y de que él mismo, en el trabajo, no se pertenece a sí mismo, sino que pertenece a otro”.

La enajenación del trabajo y la alimentación se relacionan justamente en eso que se ha perdido, la continuidad de lo que produce el trabajador y la riqueza concentrada y acumulada por las grandes empresas. Pero debemos decir que, en este caso, las empresas de la industria alimentaria han salido –un poco- a la luz, a la indagación de su construcción, al objetivo del que son portadores, ¿cuál es el objetivo de la dieta alimentaria en México?, o deberíamos decir, ¿cuál es el Régimen alimentario mexicano y cómo está constituido históricamente? El Régimen alimentario necesita por lo menos de un sistema de inducción de consumo, ese sistema son los medios de comunicación masiva. Frente a este panorama, en el 2014 en España, un par de sociólogos, Martha Moreno y Emilio Luque, investigaban sobre los riesgos de la publicidad alimentaria (sobre aquellos alimentos hoy señalados con distintos excesos nutrimentales), y daban cuenta del mecanismo básico de la publicidad: apelar a los afectos, asociaciones emocionales y desactivación de la crítica. Mencionaron también que debido a la exposición a la publicidad de alimentos, ésta se ha ligado a cambios en la dieta y la salud, especialmente la de los más jóvenes, a través del aumento en el consumo de snacks.

En México se hizo más patente el hecho de atestiguar las consecuencias de una alimentación emanada de esa publicidad: sodio, calorías, azúcares y grasas saturadas, en estos meses de la Pandemia por Covid-19. Todos estos elementos tienen hoy en día un exceso en cada porción de alimento. La socialización de este conocimiento es un avance o recuperación de la fuerza del Estado mexicano ha comenzado. No constituye en sí mismo un freno contra esa violenta mercadotecnia, es apenas un primer movimiento –decíamos- para generar consciencia, ¿es posible construir una consciencia alimentaria capaz de revertir los efectos nocivos y devastadores que ha tenido la industria de la alimentación en México? El filósofo francés, Roland Barthes, en un pequeño opúsculo titulado Por una psico-sociología de la alimentación contemporánea, indicaba que ésta consciencia alimentaria se iniciaba con el pensamiento sobre lo que se come, aunque no es una garantía que dicha consciencia se nutra a la vez del mejor de los sentidos posibles.

La consciencia alimentaria puede adquirir el sentido de pensarse de manera crítica (aún muy lejos del caso mexicano), o, por otra parte, volver a tomar un sentido equívoco, el mismo sentido que toma todo lo que se muestra en la publicidad que sólo indica una cosa a través de sus imágenes idealizadas y cómodamente diseñadas, tiernas, familiares, hogareñas. Como aquel comercial donde se muestran a agricultores felices, dispuestos a trabajar siempre, como si hubiese un gran equipo para llevarte un refresco hecho de sábila. En la mayoría de los comerciales impera disminuir la capacidad de tener una decisión informada. Podemos, a pesar de esto, caer en el error de creer nuevamente en otra publicidad que diga que ahora “se está ayudando”, como el comercial de un refresco que invita a pensar en la ecología y el daño que hace tirar el envase, cuando lo que debe de hacerse es reciclarlo, teniendo como meta el año 2030 para lograrlo. El mensaje es claro: no importa qué tanto daño pueda hacer al ambiente (que no se hable del daño que hace al organismo), juntos podemos lograrlo, hay que seguir consumiendo sin culpas.

Estamos enajenados del proceso alimentario, desconocemos básicamente el origen de los alimentos que consumimos, no hay un conocimiento exacto de ello. El etiquetado de alimentos es apenas un indicio de su contenido. Aún no se ha realizado un movimiento político suficiente para tal caso.

Continuará…

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