Aún sin clases normales, pero ya con plantón magisterial (En la Mira / Héctor Estrada)

La tregua dada por la pandemia de Covid-19 a las periódicas protestas magisteriales en Chiapas concluyó este martes con la marcha y el plantón indefinido realizado por la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) en el centro de Tuxtla Gutiérrez, justo cinco días previos a las elecciones intermedias del próximo domingo 6 de junio.

Ya con buena parte del personal docente vacunado y aún sin la reactivación total de las clases intraescolares en Chiapas, el primer plantón de la CNTE comenzó oficialmente al medio día de este 1 de junio, ahora bajo las demandas de reactivación a las mesas de diálogo en Palacio Nacional y la liberación de los normalistas detenidos el pasado 18 de mayo.

Sí, aunque parezca increíble, con más de año y dos meses sin labores en las escuelas, en Chiapas todavía no hay clases normales, pero ya hay plantón magisterial. Atrás ha quedado el temor a la pandemia y todos los argumentos de distanciamiento epidemiológico para mantener cerradas las escuelas por los posibles contagios tras el resguardo de sus respectivos hogares.

Finalmente, fue la protesta y el plantón, y no la reactivación del proceso educativo normalizado, la razón más poderosa para terminar con los tiempos de pandemia dentro del sector educativo estatal. No sorprende en nada que haya sido así la normalización de sus actividades públicas, en una entidad como Chiapas acostumbrada a lo mismo de todos los años, con pretextos que también cambian según la época y los líderes en turno.

Y los efectos de esta circunstancia añeja también han tenido una consecuencia medible. El último informe presentado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) sobre el Índice de Desarrollo Humano en rubros tan importantes como la educación, dejó de manifiesto la incómoda relación que existe entre las entidades con mayor insurgencia magisterial y las de mayor rezago educativo.

Y es que, de acuerdo al informe “Transformando a México desde lo Local”, son justo los estados en las que organizaciones como la CNTE tiene mayor presencia, donde el índice de desarrollo humano, en materia educativa, ha presentado los peores indicadores durante las últimas décadas a nivel nacional.

Uno de los casos más preocupantes es el de Chiapas, donde, de acuerdo a datos del PNUD, el índice educativo ha sido incluso inferior al de otros rubros prioritarios como la salud y la capacidad de ingresos, que sí presentaron mejoras significativas. El indicador estatal apenas alcanzó los 0.542 puntos porcentuales, muy lejos del promedio nacional que ya supera el 0.651 puntos.

Son Chiapas, Michoacán, Oaxaca y Guerrero las entidades que registran los peores indicadores educativos de desarrollo humano, según el organismo de las Naciones Unidas. No es casualidad que se trate de las mismas entidades que concentran a la mayor cantidad de docentes agremiados la CNTE y, por lo tanto, también, la mayor recurrencia de plantones, protestas y paros laborales.

Sólo tres de los municipios de Chiapas lograron un Índice de Capacidades Funcionales Municipales (ICFM) muy alto; 32 alcanzaron un índice alto; 64 tuvieron un ICFM medio y 18 obtuvieron un ICFM bajo. El municipio de Nicolás Ruiz, con un valor de 0 en este indicador, el más bajo en el estado, cuenta con las capacidades más limitadas para llevar a cabo acciones que mejoren el desarrollo humano de sus habitantes.

Chiapas es la segunda entidad más desigual del país en cuanto a las capacidades de sus municipios. “La diferencia entre los de mayor y menor ICFM es de 55 puntos. En los cinco componentes del Índice, las diferencias entre los municipios con los valores extremos van de 100 puntos en la capacidad para formular políticas y a 50 puntos en la capacidad para realizar diagnósticos”.

Y no se trata de culpar al movimiento magisterial de un añejo rezago educativo que también ha sido alimentado por la corrupción e indiferencia gubernamental, pero sí resulta honesto reconocer que su presencia no ha ayudado de mucho, y que el abandono constante de la “misión educativa” para privilegiar luchas estrictamente laborales también ha tenido sus consecuencias medibles.

La CNTE es un movimiento que necesita reconfigurarse, recuperar la credibilidad ciudadana y replantear sus objetivos. La nueva era de la información ha desnudado ese trasfondo de privilegios, complicidades y extorsión sistemática que se mantuvo oculto durante décadas; y ya no puede ocultarse bajo las acostumbradas “causas” de conveniencia temporal. El sindicalismo magisterial es necesario para garantizar sus derechos, pero lejos ya de esas prácticas recalcitrantes que necesita sacudirse… así las cosas.

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